Iridiscencia

25.01.2016 09:59

    Cuando miramos hacia atrás, fijándonos en el pasado, generalmente se piensa en lo rápido que pasa el tiempo de vida, pero, aunque así suele suceder, también existen momentos en los cuales todo ocurre particularmente lento, permitiéndonos disfrutar de cosas tan pequeñas que no se perciben casi nunca, opacadas por un sinnúmero de situaciones o variables; como en aquellas milésimas de segundo en las que la combinación de luz y ambiente nos permite vislumbrar una mínima brizna de polvo y seguirla con la mirada mientras el viento la transporta a placer con un rumbo desconocido; otro ejemplo perfecto seria ese instante en el que se ve una hoja de árbol en especial caer y flotar sobre un riachuelo formado por agua de lluvia, la cual corre atravesando distintos relieves, y por unos segundos prestamos atención a su recorrido hasta que la perdemos de vista; sin mencionar esa extraña ocasión en la que, al enfocar el panorama encontramos una burbuja moviéndose en el aire y podemos observar todo el esplendor de su iridiscencia, hasta que, como si fuera magia, se desintegra ante nuestros ojos.

    Esas curiosas y pequeñas pausas en las que la mente queda en silencio total, donde es capaz de solo dedicarse a apreciar semejantes detalles, que por insignificantes que sean pueden hacer que aparezca una sonrisa en el rostro sin razón alguna, o simplemente lograr esa sensación de plenitud y paz, aunque sea por un pequeño minuto; esos momentos nos hacen recordar que el tiempo no pasa “volando” y que a veces las cosas más diminutas son a las que vale la pena prestar atención.